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Poetas celebran a la poesía

Hombre solo poema - 367797

En la noche del corazón la gota de tu nombre lento en silencio circula y cae y rompe y desarrolla su agua. Algo quiere su leve daño y su estima infinita y corta, como el paso de un ser perdido de pronto oído. De pronto, de pronto escuchado y repartido en el corazón con triste insistencia y aumento como un sueño frío de otoño. Sus copas duras cubren tu alma derramada en la tierra fría con sus pobres chispas azules volando en la voz de la lluvia. Las furias y las penas Hay en mi corazón furias y penas

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El ultimo petalo de la esperanza espaciado al viento de la fria confusión Flor de media noche, sola…. El soplo de un recuerdo renace entre los muertos y se pueblan de cuentos las lluvias de octubre. Se mezclan rocas y polvo y germinan pócimas de flores. Vientos secos huracanan la mañana alegrías espantadas se pintan la boca y van los sueños aplaudiendo ramas. El café tiñe su trayecto desde la puerta hasta la gloria y llueven tazas saqueadas en el jardín del silencio. Carlos Federico García Quevedo Un cambio incluyente… La Patria inicia en historia y en casa busca su plenitud, en las tierras de sus hijos santos y los esclavos de la ingratitud.

24 grandes poemas de amor

Noticia York de cieno, Nueva York de alambres y de muerte. Ni un solo momento, hermosura viril que en montes de carbón, anuncios y ferrocarriles, soñabas ser un río y dormir como un río con aquel ñaño que pondría en tu pecho un pequeño dolor de ignorante leopardo. Dedos teñidos apuntan a la orilla de tu sueño cuando el amigo appear tu manzana con un leve gustillo de gasolina y el sol canta por los ombligos de los muchachos que juegan bajo los puentes. Porque es justo que el hombre denial busque su deleite en la jungla de sangre de la mañana próxima.

Poemas en prosa / Charles Baudelaire; traducción del francés por Enrique Díez-Canedo

Y se le acercó para hacerle fiestas y gestos agradables. Pero el angelito, espantado, forcejeaba al acariciarlo la aporreado mujer decrépita, llenando la casa cheat sus aullidos. Una vela chica, temblorosa en el horizonte, imitadora, en su pequeñez y aislamiento, de mi edad irremediable, melodía monótona de la inquietud, todo eso que piensa por mí, o yo por ello -ya que en la grandeza de la circunloquio el yo presto se pierde-; piensa, digo, pero musical y pintorescamente, fault argucias, sin silogismos, sin deducciones.

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